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domingo, 12 de diciembre de 2010

En defensa de la solidaridad con Palestina

The Electronic Intifada, publicación online sobre Palestina que cofundé en 2001, se encuentra en el epicentro de una tormenta por la presión que un grupo pro-israelí está ejerciendo para que se nos retire una subvención de una fundación holandesa.
Este asalto a nuestra libertad de conciencia va mucho más allá de nuestra web. Forma parte de una bien coordinada e intensificada iniciativa respaldada por el gobierno israelí para difamar y neutralizar a personas y organizaciones que critican el historial israelí de derechos humanos y que le exigen que respete los derechos palestinos y el Derecho Internacional.
El último ataque se produjo en un injurioso artículo del The Jerusalem Post basado en las denuncias de un grupo llamado NGO Monitor, que acusaba a The Electronic Intifada de “antisemitismo” sin citar ni un solo ejemplo entre los casi 12.000 artículos que hemos publicado. The Electronic Intifada ha respondido a las acusaciones de NGO Monitor (1). Por supuesto, la acusación de “antisemitismo” viene siendo desde hace mucho tiempo un arma en manos de los apologistas de Israel cuando no pueden encontrar una base real para impugnar informes de hechos y análisis.
NGO Monitor se centra en una subvención que The Electronic Intifada ha recibido de la Fundación holandesa ICCO, financiada por el gobierno holandés. Desde 2006, dicha subvención supone alrededor de un tercio del presupuesto de The Electronic Intifada (nuestros gastos totales alcanzaron alrededor de los 180.000 dólares en 2009, como demuestran nuestras cuentas públicas; la mayoría de nuestros fondos proviene de donaciones de nuestros lectores).
En comentarios públicos, el ministro de Exteriores holandés Uri Rosenthal ha declarado que investigaría el asunto personalmente. El diputado Geert Wilders, el más destacado político islamófobo de Europa, que ha declarado que está orgulloso de que se le compare con el ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Avigdor Lieberman, también ha señalado a The Electronic Intifada, en una entrevista con el diario Haaretz de Israel (2).
Es evidente que al querer privarnos de fondos —a nosotros y a otras organizaciones— NGO Monitor está tratando de silenciarnos. Que The Electronic Intifada, una publicación dirigida por un pequeño grupo de personas, se encuentre bajo tal asedio sostenido, sólo demuestra el impacto que han alcanzado los medios de comunicación independientes online informando sobre historias y proporcionando análisis que los principales medios de comunicación han marginado.
Si bien la NGO Monitor se hace pasar por un organismo de control independiente, es de hecho una organización israelí con estrechos vínculos con el movimiento radical de colonos de Cisjordania, con el gobierno y con el ejército israelíes, que recibe apoyo de conocidos proveedores de propaganda anti-árabe y anti-musulmanes de Estados Unidos tales como Daniel Pipes y Rita Emerson (quien junto a su esposo, Steven Emerson (3), ha estado a la vanguardia de las campañas de islamofobia).
Antes de atacar a The Electronic Intifada, NGO Monitor se hizo famosa por su persecución contra Amnistía Internacional, Human Rights Watch y distinguidas organizaciones palestinas de derechos humanos, entre docenas de otras. Cabe destacar que ha puesto en marcha una guerra macartista desde el interior contra grupos de derechos humanos y fundaciones israelíes tales como B'Tselem, HaMoked y New Israeli Fund. En realidad, por su propia definición indiscriminada, NGO Monitor bien podría ser considerada “antisemita” de tanto esfuerzo como invierte atacando a israelíes y judíos de todo el mundo, sobre todo a los sionistas que sostienen que Israel podría ser más viable si cuidara más los derechos humanos. Mientras NGO Monitor aboga por la transparencia de los demás, se mantiene opaca respecto a sus propias fuentes de financiación.
Si bien ONG Monitor ha realizado su labor durante años, su última táctica encaja en la estrategia esbozada por el Reut Institut, un influyente think-tank israelí que a principios de este año reclamaba a Israel y a sus defensores que hicieran la guerra contra los llamados “deslegitimadores”. Reut definía virtualmente a todo el movimiento internacional de solidaridad con Palestina, en especial a la Campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones, modelada en la lucha sudafricana contra el apartheid, y a quienes exigen la solución de un solo Estado, como una “amenaza existencial” que tiene el potencial de robar a Israel la legitimidad que le queda y lograr su caída.
En su página web, el Reut Institute hacía un llamamiento a que las agencias de inteligencia israelíes utilicen un “sabotaje” posiblemente delictivo, y a que los grupos pro-israelíes “ataquen” a los activistas de todo el mundo en “centros neurálgicos”, tales como Londres, Madrid, Toronto y el área de la Bahía de San Francisco. Después de que The Electronic Intifada diera la voz de alarma, el Reut Institute limpió su página web, aunque   retiene una copia de su documento original junto con nuestro informe (4) .
El llamamiento de Reut a “deslegitimar a los deslegitimadores” y “poner nombre y avergonzar” a los activistas de derechos humanos se ha convertido en la actualidad en política del gobierno israelí. Como parte de su fracasado intento de sobornar a Israel para que renovase una moratoria en gran parte ficticia sobre la construcción de asentamientos en Cisjordania, la Administración Obama prometió incluso, según informaba Haaretz (5), prestar apoyo a Israel en la batalla contra la “deslegitimación”.
Centrarse en la “deslegitimación” en lugar de tratar de cambiar el comportamiento atroz de Israel se ha convertido en la estrategia central de los grupos de lobby de Israel de Estados Unidos. En octubre la Federación Judía de América del Norte —que alberga a 157 de las principales organizaciones pro-israelíes— y el Consejo Judío de Asuntos Públicos (JCPA, en sus siglas en inglés) pusieron en marcha una iniciativa de 6 millones de dólares denominada Red de Acción por Israel (Israel Red Action, en inglés) (6) para combatir la “deslegitimación”, sobre todo a BDS.
Obtuve un anticipo de lo que serán probablemente las tácticas de Israel Action Network cuando Sam Sokolove, jefe de la Federación Judía de Nueva México, puso en marcha una fallida iniciativa (7) para que los departamentos académicos de la Universidad de Nuevo México en Albuquerque retirasen su apoyo a una conferencia que di en noviembre (8). La campaña de Sokolove implicó vilipendiarme públicamente en los medios de comunicación (9), comparándome a un miembro del Ku Klux Klan. Debido probablemente a la publicidad que me hizo la Federación Judía centenares de personas asistieron a mi charla.
Este tipo de ataques personales y los intentos de sabotear el trabajo de personas comprometidas con la justicia y el Derecho Internacional no van más que ir en aumento. Pero, ¿funcionan?
La campaña contra los “deslegitimadores” se basa en una errónea comprensión esencial por parte de de Israel y de sus defensores de que Israel sufre un “problema de imagen” que se puede arreglar, por una parte con mejores relaciones públicas y, por otra, con el tipo de sucias artimañas usadas contra The Electronic Intifada y otros. Sin embargo, Israel no tiene un problema de imagen; tiene un problema de realidad.
Están bien documentados los crímenes de guerra y el brutal asedio a Gaza, la expansión de sus asentamientos en Cisjordania, su lenta limpieza étnica en Jerusalén, su creciente racismo contra los ciudadanos palestinos de Israel, su utilización de ejecuciones extrajudiciales y de la tortura, y el asesinato de activistas desarmados de la Flotilla de la Libertad de Gaza; no se pueden ocultar.
Un error fatal en la planificación israelí de su defensa contra la “deslegitimación” es que únicamente ofrece justificaciones a esas realidades deplorables y ninguna visión positiva de una vida decente, pacífica, duradera y justa para el futuro de israelíes y palestinos. Durante años, la denominada solución de dos Estados llenó ese vacío —al menos retóricamente— pero ha perdido toda credibilidad en gran parte porque los grupos de lobby de Israel han tenido tanto éxito en proteger a Israel de cualquier acción (especialmente de la presión estadounidense) que pusiera fin a la colonización, que ha destruido toda posibilidad de un Estado palestino.
En la actualidad, esos mismos lobbies se encuentran a sí mismos luchando contra el apoyo creciente a la alternativa que sus propias acciones han hecho inevitable: un combate por la igualdad de derechos para todas las personas que habitan esa tierra. Su guerra contra la “deslegitimación” no ofrece nada más que la ira, odio y demonización, a menudo en alianza con los elementos más racistas y abiertamente islamófobos de Israel y de Estados Unidos. Eso no es una visión, sino un callejón sin salida. Y si bien será un nuevo desafío añadido a los otros tantos que sufren los palestinos, no detendrá a quienes tienen una visión de la justicia, la igualdad y los derechos universales, que trabajan para hacerla realidad.

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