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martes, 15 de febrero de 2011

La imborrable huella palestina en la Jerusalén judía

Una muestra fotográfica en Israel trata de rescatar del olvido a los miles de palestinos que hace sesenta años tuvieron que abandonar precipitadamente sus viviendas en la parte occidental de Jerusalén para convertirse en refugiados.
En las instantáneas, los hoy ancianos aparecen junto a sus antiguos hogares, a la tumba abandonada de sus padres o a una vacía explanada donde antaño se alzaba su hogar.
Los barrios de Malha y Talbiye o las poblados de Lifta o Deir Yasín son algunos de los escenarios de estas imágenes de Tzaji Otrovsky, que se presentan hasta final de año en Tel Aviv, acompañadas por textos del periodista y activista de izquierdas Haim Hanegby.
Por supuesto, una muestra tan controvertida en un país donde la Nakba ('catástrofe', como los palestinos designan las consecuencias de la creación del Estado judío) sigue siendo tabú no se expone en uno de los principales museos o galerías de arte, sino en la pequeña sede de la ONG 'Zojrot' ('Recordando', en hebreo).
Esta organización trabaja desde 2002 para poner al público israelí frente al incómodo espejo de la desposesión y diáspora que supuso para tres cuartos de la población nativa palestina la creación del Estado de Israel en 1948.
Los historiadores cifran entre 45.000 y 70.000 el número de árabes que dejaron o fueron expulsados de sus casas en Jerusalén occidental y los poblados colindantes desde 1947.
'Para finales de 1949, todos los barrios árabes de Jerusalén occidental habían sido ocupados por israelíes', explica el investigador israelí Nathan Krystall en el 'Journal of Palestine Studies'.
Sus habitantes comenzaron una nueva vida principalmente en la parte oriental de la ciudad o en los campos de refugiados de las zonas de Ramala y Belén, según Salim Tamari, director del Instituto de Estudios de Jerusalén.
En la contienda, también se vieron forzados a huir los 2.000 judíos que residían en la antigua ciudadela amurallada, situada en la parte oriental de Jerusalén, que quedó en manos jordanas hasta la Guerra de los Seis Días de 1967 y donde los palestinos aspiran hoy a establecer la capital de su futuro Estado.
Jerusalén suele dividirse sobre el mapa entre una parte occidental israelí y una oriental palestina, virtualmente separadas por la denominada Línea Verde, la frontera marcada en el armisticio de Rodas que puso fin a la guerra árabe-israelí de 1948.
Los judíos vivían principalmente en la parte occidental de la ciudad, en virtud de un acelerado proceso urbanizador desde mitad del siglo XIX en el marco de la emigración sionista.
'Esta separación a la que estamos acostumbrados nos hace pasar por alto que hasta entonces la mayoría del vecindario de Jerusalén eran palestinos', explica la comisaria de la exposición, Norma Musih.
El nombre de los barrios ha resistido al paso del tiempo al mantener su histórica denominación árabe, a diferencia del resto de Israel, donde se 'hebraizaron' muchos topónimos.
También los altos techos abovedados, gruesas paredes de piedra y patios con árboles frutales preservan la huella palestina en la parte occidental.
Sus nuevos moradores israelíes 'mantuvieron la bonita ornamentación árabe y borraron la historia palestina', dice Musih frente a una fotografía de una casa en la que el apellido árabe de los anteriores inquilinos fue borrado a golpes de los azulejos de la fachada.
'Existe el mito de que los refugiados palestinos son todos pobres, pero estas casas eran auténticos palacios, ocupadas por intelectuales, gente de un nivel socio-económico alto', agrega la comisaria, natural de Buenos Aires.
Es el caso de la villa en el barrio de Talbiye que Claudette Habash abandonó con su familia con apenas seis años después de que la milicia judía Haganá colocara un par de bombas en su jardín.
'Soy una refugiada en mi propia ciudad que vive a cinco minutos a pie de su verdadera casa', lamenta Habash, hoy presidenta de Cáritas Jerusalén, en un perfecto francés que delata su educación cristiana.
En su antigua residencia viven ahora varias familias israelíes, mientras ella espera por una 'paz justa y definitiva' que dé a los refugiados palestinos no sólo una compensación económica, sino también la restitución de sus bienes.

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